La marcha hacia el Combate de San Lorenzo (*)

    La marcha hacia el Combate de San Lorenzo (*)

    Al analizar los hechos históricos que están íntimamente vinculados a nuestra pasión nacional y en los que fueron protagonistas los hombres de indubitable patriotismo, que quedaron para la posteridad como los próceres más sobresalientes, muchas veces en el afán de rendirles el merecido homenaje quedan en un segundo plano los hechos que hilvanan nuestra historia como nación, no tanto como un olvido inmerecido, sino más bien como sepultados por la excesiva carga emotiva que brota del acto mismo de recordar.

    El combate de San Lorenzo del 3 de febrero de 1813, el primer acto de armas de San Martín en América, ha sido analizado por innumerables historiadores, desde la pluma prolífica de Mitre hasta los estudios más concienzudos que tienen su génesis en las voces autorizadas de institutos y academias dedicadas a exaltar y difundir la vida y la obra sanmartiniana. Pero más allá de esto, incluso de todos los detalles y anecdotarios, resulta estimulante para el conocimiento histórico difundir aquellos aspectos que dijimos están sepultados por nuestra vocación compulsiva a generar actos repetitivos, como ritos de ciertos mitos que han perdurado a lo largo de los siglos. Y San Martín y su epopeya están inscriptos justamente en esa aureola de mistificación que caracteriza a los pueblos sabios que, como decía Alberdi, si “olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos”, pues “los que se elevan sobre sus tumbas gloriosas son los que mejor edifican su porvenir”. Tal vez, para poder edificar mejor nuestros destinos necesitemos conocer todavía más detalles para no olvidar que aquellos que construyeron la patria con sus esfuerzos y con sus vidas, fueron como nosotros, con accesos de broncas rebeldes por las injusticias de la época, pero que nunca dudaron a la hora de las grandes decisiones, a la hora de acudir cuando la historia cotidiana termina y comienza la otra historia, la que se convierte en epopeya por el solo hecho de la voluntad y la determinación de los hombres que estuvieron en el lugar y en el momento justos para luchar por los ideales.

    Los acontecimientos que precedieron al combate de San Lorenzo fueron dando la pauta de las intenciones de los enemigos, que era tratar de sostener el sitio de Montevideo con provisiones que lograban a través de saqueos sobre las costas de los ríos que desembocan en el mar. En realidad, la importancia militar del combate no fue de gran trascendencia, ya que como se sabe la escuadra realista, luego del combate, continuó su viaje merodeando por las costas del Paraná. Pero, por supuesto, es de trascendencia histórica por haber sido la primera y única pelea de San Martín en suelo argentino, y con lo que esto significó para un pueblo sumido todavía en los albores de la independencia.

    Aunque los patriotas lograban mantener el sitio en Montevideo, hasta el punto de que el 31 de diciembre de 1812 el general realista Vigodet ordenó intentar romper el cerco, acción que fue repelida por las fuerzas al mando del coronel José Rondeau, Montevideo era el puerto estratégico por donde partía la fuerza naval realista para hostigar las costas del Paraná, el río Uruguay y hasta para realizar esporádicos bombardeos a Buenos Aires. Es de imaginar el terror que infundían a las poblaciones costeras, con sólo tener presente los cañoneos, asaltos y saqueos producidos en octubre de 1812 en las localidades de San Pedro y San Nicolás.

    San Martín y sus granaderos estaban encargados de la seguridad de la zona norte de la capital y hacia fines de 1812 ya estaba formado el regimiento que entraría por la puerta grande de la historia. Los acontecimientos se estaban sucediendo a un ritmo más veloz de lo acostumbrado, los realistas necesitaban continuo abastecimiento y en sus planes estaba el de llegar hasta Paraguay para interrumpir el comercio y en su viaje por el Paraná tratar de destruir la batería que los patriotas habían erigido en Punta Gorda (actual Diamante), a las órdenes del coronel Marcos Balcarce, pues allí el río se estrecha y es paso obligado para la navegación. Los rumores de que en la isla Martín García los realistas habían reunido tropas para iniciar una expedición hacia el norte por el río Paraná habían llegado a oídos de San Martín. Esto se confirmó el 26 de enero cuando desde San Nicolás de los Arroyos informaron sobre el paso de diez buques enemigos. Ya no existían dudas sobre lo que estaba ocurriendo en el río Paraná.

    San Martín se encontraba en el Retiro y las órdenes que había recibido de parte del gobierno de Buenos Aires el 28 de enero de 1813 le otorgaban amplio criterio para evaluar la situación y actuar en base a los movimientos realizados por el enemigo, de quien se suponía tenían como objetivo Punta Gorda o Santa Fe.

    Como en estos días, en aquel verano de 1813, el calor imperaba por sobre todo acontecimiento humano y era inevitable que cualquier empresa de caballería debiese ser llevada a cabo de noche. Los semblantes recios de los granaderos entrenados en el arte del combate por el mismo coronel San Martín, esperaban la orden de su jefe para partir de inmediato en una marcha hacia la historia de los mitos. Ahora el silencio se apoderaba de El Retiro porteño y el ruido de caballos, sables y voces de guerra viajaban hacia el norte acompañados de un mesurado viento sur, el mismo que en esas horas decisivas ayudaba a las naves enemigas a remontar la implacable correntada del Paraná.

     

    La Marcha

    El primer inconveniente que tuvo San Martín fue en su primera parada en Santos Lugares, cuando al llegar, el Maestro de Postas le comunicó que no había recibido el aviso de preparar la caballada de reemplazo y a las 8 h del 29 de enero todavía no había podido salir de ese sitio. Previendo situaciones similares mandó al oficial Ángel Pacheco a que se adelantase a las demás postas para tener listos los caballos de reemplazo.

    El 30 de enero por la noche llegan a Río Areco, distante 130 km de Santos Lugares. En una carta enviada a su superior, el cura párroco Presbítero Doctor Gregorio José Gómez, amigo de San Martín, da cuenta de un accidente que tuvo cuando salió al encuentro de los patriotas para entregar unos 100 caballos junto con el alcalde Manuel Vicenter. Al escapar los caballos de su coche como consecuencia de la llegada formidable de los granaderos y de la caballada espantada por el encuentro, fue a dar con el tronco de un nogal, pero fue socorrido por el capitán Justo José Bermúdez y el propio coronel San Martín que corrió en su ayuda.

    A 100 km de este último lugar, en San Pedro, la columna de granaderos se detuvo para descansar y alimentarse. Luego llegarían a la posta Las Hermanas, situada en San Nicolás de los Arroyos.

    Por un propio relato de San Martín escrito en 1827, el día 1 de febrero de ese 1813, junto con el oficial portaestandarte Ángel Pacheco, que había enviado a adelantarse para asegurarse los caballos de reemplazo, se adelantaron disfrazados de paisanos y reconocieron “la escuadra enemiga fondeada enfrente del Convento de San Lorenzo...” Mientras tanto las tropas avanzaban raudamente y ya estaban en la Capilla del Rosario, luego de haber recorrido desde San Pedro unos 145 km.

    Finalmente, a las diez de la noche del 2 de febrero los granaderos llegaban al Convento San Carlos de San Lorenzo. Habían recorrido en cinco días, desde la noche del 28 de enero hasta la noche del 2 de febrero, 420 km, por lo que es considerada la marcha forzada de caballería más rápida de la historia.

    Al otro día, se produciría el hecho histórico de San Lorenzo, el combate del 3 de febrero de 1813. Hasta ese momento el Convento se alzaba imponente sobre un disperso caserío y contrastaba con la inmensidad de la llanura, poblada de pastizales, soledad y silencio. Un silencio quebrantado el 2 de febrero con la irrupción de las tropas al mando del coronel San Martín. De ahí en más, el convento y la ciudad se alzarían imponentes frente a la historia por venir.

    (*) Publicado en Diario del Combate, suplemento especial de Diario SÍNTESIS.

    Fuente:

    • Coronel Héctor Juan Piccinalli, “San Martín: Del Retiro a San Lorenzo”, Revista Nº 92 de la Escuela Superior de Guerra, marzo-abril de 1980.
    • Fray Herminio Gaitán, “Combate de San Lorenzo”, Imprenta del Congreso de la Nación, 2º edición, julio de 1999.
    © 2023 Diario SINTESIS. Todos los derechos reservados. Diseñado por OR